El ectoplasma


Hace unos días iba paseando y sentí la atracción que me planteaba un viejo edificio.

Intenté olvidarlo y pasar de largo pero no pude. Había algo que me obligaba a entrar. Seguramente algo sobrenatural. Entonces, vi a una anciana mujer, con pinta de hechicera, que me dijo:

- Pasa, pasa. No te voy a hacer daño. Entra a calentarte junto a la chimenea.

La idea no me agradaba demasiado, pero empezó a nevar. Mi única ropa de abrigo era un grueso jersey de algodón. Comencé a sentir frío, mucho frío, y me decidí a entrar.

Era un edificio muy extraño. Nunca lo había visto. Los muebles eran escasos y anticuados. Tenían varios centímetros de polvo. Me senté junto a la chimenea y la anciana mujer me ofreció una taza de leche con cacao.

Fue entonces cuando realmente me fijé en su aspecto. Tenía la cara pálida y enfermiza. Bajo sus ojos grandes ojeras. Lucía un vestido gris, con un cuello muy cerrado. Era un vestido largo, tan largo que tapaba sus pies.

También llevaba otra cosa. Algo parecido a una capa, a juego con el vestido.

La verdad es que daba un poco de miedo, pero por otra parte, me inspiraba confianza. No parecía una mala persona. Me bebí la leche con cacao y me acerqué aún más al fuego. Miré por la ventana y vi que ya había anochecido.

- Muchas gracias por el cacao - dije - Me gustaría quedarme más tiempo con usted pero he de irme. Mis padres estarán preocupados.
- ¡Espera! - exclamó la anciana - Creo que sería conveniente que te llevaras un paraguas, está lloviendo ahí fuera. Y llévate de paso también esta vieja capa para que no sientas tanto frío.

Dicho esto, la anciana se quitó la capa y me la colocó sobre los hombros.

- Muchas gracias - dije - Se la traeré mañana.
- No es necesario. Este no es tu barrio y podría ser que no encontraras la casa, ni tampoco a mi.

Nada más salir a la calle eché a correr, y no paré hasta que estuve en mi portal.

Al día siguiente me dirigí hacia la casa de la anciana, para devolverle su capa y su paraguas. Era increíble, pero creía recordar con precisión el camino. Además, esa fuerza sobrenatural que me había obligado a entrar en aquella casa... ahora me aseguraba que el camino que seguía era correcto.

Pero... cuando creí llegar a la casa únicamente encontré a un anciano pidiendo limosna. Le pregunté si sabía algo de aquel lugar... o de la anciana. Él me contestó:

- Hace un año mi mujer murió de una pulmonía. Yo falte al trabajo todo el tiempo que duró su enfermedad, no quería dejarla sola ni un momento... y perdí el empleo. La casa se la quedó el banco y fue derruida poco después de que ella muriera. Esa capa y ese paraguas que llevas pertenecieron a mi esposa... ¿dónde los has encontrado? Juraría que llevaba esa capa el mismo día de su muerte pero... que sabré yo, seguramente estaré equivocado, solo soy un viejo loco que de vez en cuando cree que habla con su esposa fallecida.

Muy apenada le entregué las pertenencias de su esposa, le di el pésame y el poco dinero que llevaba en mis bolsillos.

No sería la última vez que recorrería aquella calle... y aún ahora siento una sensación extraña los días de otoño si paso por la zona... Desgraciadamente nunca volví a saber de ellos.

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